Es perfecto para un día de calor, o simplemente de primavera u otoño. El refugio fluvial de Verdes está en el concello de Coristanco y no es demasiado fácil llegar, así que aquí os lo detallamos.
Desde Buño, dirección Agualada, hay señales que indican simplemente «Verdes» que puedes seguir. No hay aparcamiento así que es recomendable evitar los días que puedan ser muy concurridos. Los coches se dejan en el arcén de la carretera hacia arriba, donde hay una parrillada llamada «O Refugio» que tiene terraza, zona de columpios y unas porterías para jugar al fútbol. Es el único bar que hay en la zona, al menos en esa carretera.
Verdes es un conjunto de quince molinos hoy en desuso que se han habilitado como comedores, aseos y zonas de esparcimiento. De hecho, es frecuente ver familias enteras pasando el día a la sombra que da la maravillosa vegetación autóctona: robles, pinos, castaños, laurel, etc.
Hay muchas mesas para comer en las diferentes islas y puentes que hay en la zona, también hay barbacoas, cascadas, y un sinfín de rincones donde encontrarás el tuyo.
No es que sea excesivamente cómodo el paseo -hay muchas raíces y en invierno hay barro y está resbaladizo- pero hay varios senderos que se pueden seguir en ambas márgenes del río Anllóns. Sus aguas configuran en esta zona formaciones metamórficas en las rocas. También es un coto de pesca.
El entorno es apropiado para niños a partir de 3 años, o que aún no anden. Más que nada por si no quieres pasar el día corriendo tras ellos para que no se caigan al agua, ya que en algunas zonas no hay barandilla, si bien en verano apenas cubre. Eso sí, los mayores de esta edad disfrutarán de lo lindo investigando la zona.
Es especialmente curiosa la canalización de agua que se hizo para habilitar los aseos, un agujero en una gran losa de piedra por la que cae el agua. Los lavabos, también de piedra, tienen agua corriente gracias a una guía de madera que deja caer el flujo de agua sobre el desagüe.
Muy cerca está el pueblo de Buño, famoso por su cerámica, que puedes admirar o comprar en los diversos obradoiros de la zona.
Se come muy bien en el restaurante Casa Elías, donde además tienen tronas para los niños. Desplazándote unos diez kilómetros puedes conocer también Malpica, un pueblo marinero que te sorprenderá pues muestra sus dos caras al mar, la del puerto pesquero y la de la playa, con su paseo marítimo, que en verano muestra sus terrazas repletas de visitantes.