Niños y piscinas: diez cuestiones clave

Hablamos mucho de bonitos lagos, piscinas o playas pero hoy queremos incidir en la seguridad. En 2014 viví un suceso que me dio mucho que pensar. Aún tenía pendiente hablar de él, y dadas las cifras que leemos cada verano de niños ahogados en lugares de baño creo que es el momento adecuado.
Un suceso para la reflexión
Cinco de la tarde en una piscina coruñesa. Yo estaba con mis hijos, sentada al borde la piscina. Ambos llevaban flotación porque en uno de los lados, no hacían pie. De pronto veo delante de mí a una niña de unos 5 ó 6 años hundida en el agua hasta la frente, braceando y moviendo los pies, pero en posición completamente vertical. Me metí en el agua y la saqué pues la tenía a unos dos o tres metros. Pienso que llevaría así solo unos segundos, pero estaba muy agobiada.
Le pregunté qué había pasado, pues ella no hacía pie y claramente no llevaba flotación. Me dijo que estaba con su hermana y unas amigas algo mayores que ella. Que se tiraron a la piscina y ella llevaba una almohadilla hinchable en la mano pero, de pronto, se le escurrió de las manos. «¿Dónde están tus padres?» Le pregunté mientras no dejaba de llorar en mis brazos. Me dijo que estaba con sus abuelos. «¿Y dónde están tus abuelos?», le insistí, porque quería llevarla con alguien que fuera consciente del peligro y la consolara. Me dijo que estaban por allí, señalando una zona desde la que no hay visión de la piscina. Al final apareció la abuela y le expliqué que se le había escapado la almohadilla y casi se ahogaba, pero la señora no pareció ver la situación, al menos no como la había visto yo.
No quiero culpabilizar a nadie y menos a los abnegados abuelos, me consta que son más cautos aún que los padres, pero hay una realidad sobre la que reflexionar: un niño que aún no nada bien no puede estar sin flotación eficaz (las almohadillas o tablas se escurren fácilmente) y sin supervisión. A veces he pensado qué habría pasado si no la veo en ese momento. Evidentemente cualquier otro adulto, o el propio socorrista, lo habría hecho, pero quizá segundos más tarde y el susto habría sido mayor. O se habría ido al fondo y quizá nadie se habría fijado en ella hasta minutos después.
Precauciones básicas de seguridad en piscinas o playas
– El primer punto y creo que es de sentido común es que no dejemos nunca a un niño en el agua sin flotación como una burbuja, abrochada con cinturón, manguitos o chaleco flotador. Los flotadores, las almohadillas o las tablas o cualquier hinchable se escurren con facilidad si por ejemplo otro niño salta cerca o viene una ola. Además los hinchables pueden deshincharse. Ellos deben también ser conscientes del peligro y nunca quitársela si no está un adulto a su lado.
– Ir a piscinas con socorrista, lugares habilitados para el baño y preferiblemente donde hagan pie, como piscinas infantiles. Respetar siempre las banderas y señales, en incluso optar por lugares concurridos. Si nosotros nos despistamos un momento al menos alguien podría ver a nuestro hijo en dificultades. Respetar las medidas de seguridad en piscinas hinchables, con dos dedos de agua llega para refrescar al niño y no dejar de vigilarle.
– Vigilancia extrema y no dejar a cargo de terceros. Yo soy muy cauta con el tema del agua, quizá exagerada, pero la realidad es que somos humanos y un niño exige vigilancia casi 24 horas, así que nos podemos despistar, ya por propio cansancio. Por eso hay que poner los medios. Yo siempre intento tener a los niños a la vista, no veo lógico lo que hizo esta abuela que estaba en un jardín colindante desde el que no veía a la niña. Y si se deja a cargo de alguien hacerlo por poco tiempo, los abuelos también pueden despistarse por propia fatiga, los hermanos no son habitualmente un cuidador eficaz si le llevan pocos años al niño y otro adulto que cuida al que no es hijo ni familiar suyo pues, qué quieren que les diga, a mí no me da confianza aunque entiendo que a veces no haya otra opción.
– Enseñar a los niños medidas básicas de seguridad, aunque implique estar todo el rato corrigiendo y encima de ellos. No correr ni jugar a perseguirse alrededor de la piscina, es fácil resbalar y darse un golpe. No dejarles tirarse de cabeza y a lo bruto sin supervisión, hay muchas lesiones medulares. Correr descalzos o trepar por las rocas es también un riesgo. Ponerles un límite al meterse en el agua «hasta la cintura» por ejemplo si se bañan en el mar. Identificar cualquier peligro y explicarles por qué han de ser cautos.
– Hidratación y protección solar. También los niños deben aprender a beber agua frecuentemente y echarse crema o usar gorra o gafas. En esto hemos avanzado mucho y hoy en cualquier campamento les conciencian de esto. Una tarde al sol requiere que el niño beba cada poco tiempo agua y esté protegido de la radiación solar o pase ratos a la sombra.
– Limitar los tiempos. A mí me vale como estrategia. Los accidentes al final son cuestión de estadísticas. Asumimos riesgos al estar en entornos con cierto peligro, como es tener una piscina cerca, y somos humanos por lo que si además estamos fatigados en algún momento nos podemos despistar fácilmente. Si vamos a la playa o la piscina con niños limitemos los tiempos para evitar estar expuestos «al peligro» tantas horas.
– Respetar las banderas y señales. Y enseñar a los pequeños a respetarlas, también evitar la tentación de bañarnos en lugares no habilitados. Es verdad que los gallegos somos bastante respetuosos con el mar. A veces vienen personas de fuera, donde no hay mareas tan fuertes o resaca, y no lo ven con tanta gravedad. Pero si está bandera roja está prohibido el baño. Y es por nuestra seguridad. Todos sabemos lo que son los golpes de mar, y una ola puede romper sobre la orilla y arrastrar a un niño de 2 ó 3 con gran facilidad y en cuestión de segundos. Siempre hay que estar junto a ellos.
– Llevar siempre un botiquín básico. En el coche o en la bolsa de la playa. Llevar material para cortes, picaduras o algún medicamento cuando andamos con niños puede ayudarnos ante cualquier susto. Porque situaciones las vamos a vivir en algún momento por simple probabilidad. Son pequeños muchos años y la sana costumbre de andar por el campo, la playa, o la montaña tiene estas contrapartidas.
– Clases de natación. Creo que son la mejor prevención y deben ser una prioridad siempre. A veces no será posible, lo sé. Pero si tenemos la opción no lo dudemos porque es una habilidad básica para el niño y su seguridad. Un niño puede caerse a un río o una piscina por mil motivos y que sepa nadar así como estar cerca de él serán sus mayores garantías de supervivencia.
– Nunca fiarnos de los propios niños. La advertencia es para educar pero no exime de la supervisión porque al final son niños, y miden siempre los límites del peligro para su propio proceso de aprendizaje. Si estamos en una casa con piscina y les decimos que no vayan allí lo más probable es que al final acaben yendo. Si están en grupo el peligro se multiplica, si no se le ocurre a uno se le ocurrirá a otro. Lo mejor es que la vigilancia sea extrema y no digo que no sea cansado pero es la única opción.
Por
Carmen Delia Díaz
, 24 de julio de 2016
Carmen Delia Díaz
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Carmen Delia Díaz
Filóloga, periodista y guía turística oficial de Galicia, especializada en comunicación empresarial, recursos turísticos y turismo familiar y cultural