Sorprendente y siniestro. El castillo de San Felipe está en la ría de Ferrol, justo enfrente del Castillo de La Palma, y fue construido en el siglo XVI. Su función era sobre todo defensiva, para proteger la ciudad de las incursiones por mar. Después fue prisión militar y desde los años 70 quedó semiabandonado por lo que en el año 2000 lo adquirió el Ayuntamiento de Ferrol.
Recientemente se han terminado las obras de rehabilitación incorporando una nueva recepción, paneles informativos y eliminación de elementos descontextualizados, además de una reforma de los aseos. Y se establece un horario de visitas en verano 2021 de lunes a domingo y en apertura de mañana y tarde (10-14 h y de 16 a 20 h).
Foso, garitas, galerías, terrazas, sótanos, almacenes, aulas, cantina y duchas. Hasta lo que pudo ser una inmensa granja, con departamentos para diferentes animales. El mobiliario ha sido retirado y pocos vestigios quedan de la vida allí pero paseando por sus pabellones puedes imaginarte inmerso en una película de la segunda guerra mundial, perfectamente. Es difícil seguir un orden en la visita ya que el castillo es un auténtico laberinto. Mejor llevar a los niños a la vista porque es fácil que se puedan perder.
Se puede visitar de modo gratuito y abre los fines de semana. Hay un pequeño aparcamiento delante y se puede hacer una visita libre (actualmente, porque el año pasado las había guiadas), no es muy accesible, así que si vas con sillitas debes tener en cuenta que en algunos puntos hay escaleras. Es fácil llegar desde Ferrol, pues está bien señalizado a partir de la salida de la autopista (AP-9), pero la carretera que llega al castillo es muy estrecha, de un solo sentido y casi atraviesa las casas de varios barrios de los alrededores de la ciudad.
Antes de llegar hay un área recreativa interesante, con cancha deportiva y columpios. Junto al castillo una playa que aunque por las tardes está en sombra es accesible y tranquila. Y algo más adelante puedes tomar la senda peatonal que lleva hasta el castillo de San Cristovo, que también se visita pero está en ruinas.
El camino es de gravilla, accesible a carritos y bicis, y perfecto para un paseo. Donde arranca, hay un parque infantil, pista de fútbol y basquet y un pequeño merendero. Las vistas enamoran, sobre la ría de Ferrol.
Por toda la zona hay algunas calitas a las que hay que saber llegar, y la carretera continúa hasta la playa de Cariño, ya casi pegada al puerto exterior pero muy tranquila y soleada. Una zona preciosa para perderse un día, con peques y una mochila con merienda porque por toda la zona no hay demasiados sitios donde comprar o tomar nada, es bastante salvaje.