El pasado sábado en Escapalandia cumplimos un sueño: visitar el Castillo de la Palma por dentro. Por una carambola del destino, y gracias a una cancelación justo en el momento en que pedíamos información para esta visita logramos apuntarnos para la visita guiada. Fue este verano y por primera vez cuando se iniciaron estos recorridos que son bajo inscripción previa por teléfono o presencial, en la oficina de turismo de Mugardos, y que enseguida completaron todas sus plazas hasta el año que viene.
Esta prisión militar es muy conocida por haber albergado a un prisionero tristemente célebre como fue Tejero, uno de los ejecutores del golpe de estado del 23-F, y que estuvo recluido en una celda que se puede visitar junto a la entrada. Pero los orígenes de esta construcción datan del siglo XVI, y se deben a su situación estratégica en la ría de Ferrol, justo frente al Castillo de San Felipe, del que ya hemos hablado aquí.
El edificio que vemos actualmente, fue levantado en el siglo XIX. Durante la guerra civil fue prisión militar y ése continuó siendo su uso principal hasta que en el 2003 fue comprado por una cadena hotelera para hacer un hotel spa. Actualmente se han permitido las visitas a pesar de ser una propiedad privada, cosa que los amantes de nuestro patrimonio agradecemos, pues conocerlo sin restaurar es siempre un privilegio. La visita es gratuita y con cupos, y en principio solo se podrán realizar en verano.
El castillo tiene un espectacular foso y una puerta de acceso flanqueada por dos torreones. Se conserva la estructura de madera que permite abrir la férrea puerta de madera, con aspilleras para permitir la defensa con fusiles, y que están presentes en diferentes zonas de los muros al exterior. Al entrar lo primero que llaman la atención son las increíbles vistas sobre la cubierta de piedra a dos aguas, toda con barandillas de terraza y algunos bancos.
Se visitan las galerías con celdas, todas con su baño y armario, y revestidas de madera. Al fondo un pequeño servicio de bar y acceso a las cocinas. Hay varias en buen estado y otras cerradas al público. La capilla, está justo en la entrada, y aún conserva las puertas de madera podrida donde aún se ven bonitas celosías y restos de decoración. Hay varias escaleras de caracol de piedra, rematadas con algún elemento decorativo como una piña u otras formas talladas en piedra.
A los niños les llamaron mucho la atención las galerías destinadas a la conservación de armamento y munición, aún se puede ver algún armario con la estructura para colocar los fusiles. Las vistas por cualquiera de los vanos sobre la ría de Ferrol son espectaculares. Las antiguas cocinas, los lavaderos o el muelle de carga, además de unas galerías laterales en varias alturas para la defensa de ataques por tierra, constituyen el resto de la visita.
La organización y el trabajo de las guías es impecable, la única pena es que la visita se haga con cupos tan escasos y solo unos pocos tengan acceso a ello. Por lo demás, la visita no es totalmente accesible pues hay escaleras y algunos obstáculos por el suelo por lo que, aunque es seguro, hay que tener buenas condiciones de movilidad.